Geórgicas Mexicanas de Federico Escobedo
por la transcripción Pascual Zárate Avila
LIBRO DUODÉCIMO
DE LA RUSTICATIO MEXICANA
LOS MANANTIALES
Non mihí praecipites violentis fluctibus amnes
Pinguia maturis populantes messibus arva
Cura sequi. Blando vitrei me murmurae raptan
Usque redundantes niveo de pumice fontes,
Tuta queis Nymphae captant ad littora somnum.
Rusticatio Mejicana, libro XII.
No es mi intento seguir en su carrera
precipitada a los hinchados ríos
que van a desolar la sementera
rica en pingües cosechas; murmurios
de cristalina fuente vocinglera
serán asuntos de los versos míos;
las fuentes cantaré de eternas linfas,
donde provocan a soñar las Ninfas.
Númenes que habitáis en los obscuros
márgenes, y en el fondo de la umbría
húmedo ambiente respiráis, y puros
vuestros miembros laváis en la onda fría
de cualquier mana ntial; decid ¿los duros
peñones cómo parte la natía
fuente, y brotan sus linfas murmurando,
y sí brotan quizá por vuestro mando?
En la sacra mansión que por los vientos
gallardas se levanta, enriquecida
por la piedad y múltiples talentos
del mejicano pueblo; distinguida
por sus torres e insignes ornamentos
--pues de oro, plata y perras está henchida--;
dádivas muchas prodigando ufana
a la Virgen de se ve Guadalupana.
En tal sitio, de en medio de la arena
brota amargo raudal, que, en las heces
de limo impuro júntase, y su vena
así enturbiada ahuyenta las más veces
a cuentos de la sed sufren la pena
y quienes extinguir la allí con creces.
Mas nada logran, porque el arroyuelo
bebe el humor del salitroso suelo.
Mas si una fiebre lenta tu organismo
invade, y los remedios especiales
de los peritos dejas, y tú mismo
en médico de truecas; los raudales
toma que brotan del obscuro abismo;
y sin tener en cuenta de las sales
el sabor y terreno pestilente;
bebe, y salud te brindará la fuente.
Aquí, también, de en medio del profundo
pozo de detendrás a ver suspenso
como brotan con ímpetu iracundo
lúteas las linfas, cual si el mar inmenso
el manantial lanzárase errabundo,
su cauce viendo por las aguas denso.
Mas del fondo alejado y de la arena,
ya te nueva por la campiña amena.
Y se aleja veloz, como que cede
al insano furor del loco viento
que, oculto en cárcel tétrica, no puede
salir para tomar esparcimiento.
Y, con rabia maligna. de la sede
en que oprimido está, surge violento,
anhelando, a través de la partida
tierra, tener ya libre la salida.
Más lo que hace en extremo gloriosa
y da nombre sin par a esta fontana,
en su origen y causa milagrosa:
Después de que la Virgen soberana
al indio apareciéndose amorosa,
hizo suya la tierra mejicana
turbado el indio con tan gran prodigio,
no acierta a señalar ningún vestigio
de los lugares do fijó la planta,
(al hacer su gloriosa epifanía)
del Tepeyac la Virgen sacrosanta
la Reina de los ángeles María.
Y fue del indio Juan la duda tanta,
que, en medio de los campos, no sabía
orientar a los que iban a su lado,
el paso conduciendo extraviado.
Mas, de aquí que, rasgados, de repente,
los senos de la lóbrega llanura,
brota ¡oh milagro! saludable fuente,
que sirva de señal en la futura
edad, y muestre a la cristiana gente,
cuando visite la fontana pura,
el sitio venerado en el que un día
sus pies Virginios asentó María.
Y como, a veces, suele un potentado
por gratitud colmar de regios dones
el techo do hospedaje le han brindado;
así la Virgen hizo en las mansiones
do recibida fue; por eso el prado
aquél llenó de santas bendiciones,
y agua perenne le otorgó en ofrenda,
y a Méjico, de amor perpetua prenda.
De este honor y alabanza se despoja
resignado, en verdad, un arroyuelo
de agua dulce; que, junto a los vecinos
techos de humilde población, Zapopan,
se mira borbotear; al que si raros
prodigios negó al cielo, compensole
con otros bienes la opulenta madre
do dones, la feraz Naturaleza.
Una inmensa llanura se dilata,
a través de las áridas campiñas,
sin que arroyo ninguno con sus aguas
copiosas humedezca las yugadas
oprimidas de sed, sed encendida
tanto del sol por los ardientes rayos,
que calmar no podría ni del polo
en hábito invernal.
No allí la vega
cultivada produce rubias meses;
ni el frondoso árbol se doblega al peso
de los maduros frutos; y sí, cauta
la tierra no cubriese de vicioso
césped el suelo, de los secos campos
los ganados tal vez ahuyentaría.
Más, por la parte, donde de Zapopan
alegre se destaca el caserío,
se bifurca el arroyo y, con copioso
raudal cierra el resquicio borbotante,
porque en el fondo de profunda fosa,
en que del arte superó natura
las más egregias obras, rectilíneo
queda extendido el techo por los aires,
sin el ligamen de la piedra pómez
que le da robustez; sino que todo
en su completa integridad, formando
está por mil airosas bovedillas
de arena muy sutil; y, de una abierta
claraboya al través, deja la abrupta
caverna contemplar; no al sol cerrada,
por más que ponga espanto con sus negras
tinieblas; más, no obstante, con avara
boca bebe la luz pura del día,
y las tinieblas de la noche aleja.
Con todo, no cualquiera en el undoso
subterráneo retiro se aventura
tal vez a penetrar, sin que, obligado
del clima por calor asaz ardiente,
en el frio arroyuelo haya querido
todo el cuerpo bañar.
Y, ciertamente,
de la bóveda plana tantas gotas
dulces y cristalinas se desprenden
surcando atropelladas de la cueva
el ambiente sutil; que juzgarías
que, en el cielo, las nubes desgarrando
sus senos, emperlaban de rocío
el suelo --esclavo de pluviales ondas--;
sin que, con todo, el manantial copioso
con golpe igual logre azotar la tierra,
porque del antro la techumbre altiva
deja esparcir por el siniestro lado
gotas en profusión; las que, impulsadas
por la lluvia, deslízanse a la tierra
y, a través de los techos, produciendo
van súbito fragor.
Mas, por la izquierda
parte de la mansión, que de los vientos
parece suspendida, la techumbre
--digna de Deucalión-- en aguacero
torrencial se desata.
Como suele,
a veces, liquidándose las nubes,
turbión austral las húmedas campiñas
en aguas empapar, los altos techos
sacudiendo, al impulso de la lluvia
que desciende en tropel, cuando ardoroso
León las tierras con su aliento quema;
no de otra suerte, destilando gotas
están de la caverna las paredes ...
Ocupa el centro de la obscura cueva
el torrencial turbión; más, ya tranquilo,
y con manso raudal y sosegado
murmurio, poco a poco, se desprende
de la enarcada bóveda, que en lluvia
resolviéndose está ...
Tal, nebuloso
Acuario, ya sus ánforas volcando,
en leves gotas por el éter puro
separó sus raudales, que, en caída
sosegada, cubiertas de rocío
dejan las cementeras.
De la gruta,
después, por cima el empapado suelo
vieras cómo las aguas se derraman
en tímidas burbujas que, silentes,
súbitos se amontonan, hasta un río
cristalino formar; y, con empuje
ciego y feroz, por la caverna toda
luego corriendo van ...
Sagaz, empero,
con diferencia grande, aquestas aguas
la gruta separó e hizo famosas
con diferente honor; porque sañuda
el agua, que en profusos aguaceros
azota el lago, de este el abultado
seno con peso singular oprime.
Mas la que, gota a gota, se despeña
de la aplanada bóveda, imitando
el fragor de la lluvia amenazante,
no con difícil peso las entrañas
suele grabar.
Mas la que se desliza,
con mansa y sutilísima corriente,
onda leve, nacida la creyeras
para calmar la sed, y los calores
de Febo remover; y, aunque en henchidos
odres bebida fuera, mal ninguno
a quien de ella gustarse causaría.
¡Cuánto, empero, más dignas de cantarse
son las venas de fresco manantiales
que, por obra de un río cristalino
y de sólido a mármol arrancado,
en fácil curso van de Uruapan fértil
la mansión a bañar! ....
Aguas que, cerca
de la ciudad manando y, a las faldas
de excelso monte con violento impulso
de la tierra las vísceras potentes
de la mira romper; y, fugitivas,
las cavernas dejando tenebrosas,
saltar con fuerza y rapidez por nueve
gargantas, que se abren distanciadas
tres palmas entre sí, ni desunidas
por dilatado espacio; produciendo,
al borbotar, torrentes plateados
que, al ensancharse, en arcos transparentes,
vienense a convertir; y, con burbujas
mil salpican las cuencas resonantes,
que henchidas de agua van.
Seguidamente,
cada cual, de los frescos manantiales,
en huida veloz, de las estrechas
márgenes se desprenden y se lanzan
por canal anchuroso, las orillas
haciendo retemblar; y, con sus aguas
cada vez más crecidas, el undoso,
río ensanchando más...
Este, en parlero
curso, va por la tierra serpeando
bajo densa arboleda, y con sus linfas
baña a Uruapan feliz; y, ya en abierto
campo al mirarse libre, cuesta abajo,
--a través de peñascos y terrones--
su corriente acelera, hasta que en negro
abismo va a caer.
Lugar do ardua
fosa de libre paso a una profunda
barranca, a la que erizan duras peñas,
y sombra dan espesos matorrales
que en los resquicios de partida roca
han tornado a nacer, y a los que alegre
y, a menudo, visitan la cohorte
alada de las aves.
En aquesta
hondonada profunda, ya cercano
a su rutina, despeñase ligero
el impetuoso río, su corriente
hasta el cielo aventando! ...
Mas, con todo,
no el torrente otorgó Naturaleza
con salto igual al trasponer la barra
que a su ímpetu fijó; porque una parte
de las aguas asciende por las rocas
más altas, y que son como los belfos
hórridos del canal; de los que salta
rápida por los aires, hasta el fondo
del abismo ir a dar; en tanto, la otra
--a guisa de corriente que se estanca--
al fondo va de la anchurosa cuenca
tranquila a descansar, aparentando
silenciosa quietud.
Para que, cuando
el pedernal, alzando por doquiera
obstáculos, en torno se entreabra
por mil grietas partido, --semejante
a un inmenso tamiz, esclopeado
por dura lanza--; pueda ingenioso
a la corriente represada oculto
camino prescribir.
De aquí, jugando,
lanza la roca por las auras leves
con ímpetu veloz, ya divididos
los raudales, que estaban hasta entonces
sujetos a prisión, en tantas vueltas
cuantas las duras y salientes rocas
numéranse; que, a causa de las grietas,
hundidas ya se ven.
Como, en un tiempo,
la saeta lanzada por la cuerda
respirada del arco, y con empuje
tremenda disparada, el viento vago
rápido va a rasgar; con gran empeño
del arco retorcido la estrechura
abandonando, al fin; no de otro modo
la corriente se aleja de las peñas
en carrera veloz....
La onda que sube
por sima de los bordes escarpados
con un rápido salto, del torrente
el centro va a ocupar; y, comprimida
por el tapiz copioso, por doquiera
del río, que se escapa de las rocas,
como suspensa queda; cual si fuese
de la diestra divina a revelarnos
las obras sin igual.
De allí las aguas
precipitadas ya, van hasta el fondo
de la cascada a conmover con fuerza
su abundante pilón.
De este, corriendo
el río se desprende cristalino
que, en su tortuga marcha, recreando
va a con yerto caudal a las campiñas,
como, también, a las balantes greyes
que caminando van.
No así los campos
áridos refrigera el arroyuelo,
al que vomita de su obscuro vientre
de Chucándiro el monte; pues la fama
asegura que aquél se precipita,
en carrera veloz, por las entrañas
de pedernal aurífero, formando
hondo y negro caudal; y que penetra
con empuje potente en lo profundo
de rico mineral.
Después, a poco,
de haber ya visitado las regiones
del ceñudo Plutón; el arroyuelo
que güijas áureas en su cauce arrastra,
por dilatada a boca se despeña,
no con rígidas fauces arrojando
corriente glacial, para los frutos
ir a alegrar de la campiña fértil;
sino que de agua hirviente con caudales
las glebas fecundiza, porque puedas
suavizar con sus ondas las viandas,
tratable hacer la carne, y de los toros
el suculento lomo a las costillas
sin esfuerzo arrancar.
Pero, si enfermo,
cualquier dolencia desechar procuras;
por cima los humosos manantiales
templadas termas pon; y, mientras tanto
que depone su ardor la linfa airada,
tú zabulle los miembros, con frecuencia,
del "temaxcalt" en las tepentes aguas;
hasta que de su cuerpo quebrantado
ya se aparte, por fin, todo contagio;
para que no con lenta calentura
los huesos roa tabardillo aleve,
y los flácidos miembros debilite
por mucho tiempo; que, en verdad a ruina
cierta empuja y arroja a los enfermos
de tal fiebre maligna, y los sumerge
de acerba muerte en el profundo abismo.
También por los calores excesivos
se enardecen las ondas que, en salubre
corriente, van regando las campiñas
en cuyo centro las pajizas chozas
surgen de un pueblo, que del Santo Apóstol
Bartolomé se eleva en el nombre.
Cabe este pueblo, de mirar se digna
una vega existía, de abundante
césped henchida; donde las yugadas
se inclinan con pequeños lomeríos,
bajo los cuales protegido late
oculto fuego, que, a las faldas mismas
del enarcado lomo del terreno,
lanza ardientes raudales, cuyas aguas
de humo abundante a las columnas mezcla.
Porque el pequeño manantial, quemado
por el interno fuego que lo cubre,
inflado ya por el calor, concibe
tan violentos incendios; que en sus propias
mansiones y en mitad de las arenas
ennegrecidas impaciente bulle;
y ¡hasta del cielo a los espacios alza
nube humeante, y con espesos nublos
aun amenaza al sol!
Pero ... ¡oh prodigio!
en cuanto de su cauce bien estrecho
se desvía el arroyo, fecundante,
torna alegre los campos, y de aristas
áureas lleno, prodiga con usura
extremada de Ceres las larguezas.
No el campo ya desea de las nubes
cargadas los copiosos aguaceros;
ni del henchido río las corrientes
pantanosas beber; mientras que vaya
las campiñas regando con flexibles
ondas el manantial.
Con todo, nadie
sus ardorosas aguas apetece,
sino cuando se siente conmovido
por los graves tormentos de dolencia
en extremo cruel; por ninguna
enfermedad quebrantará los miembros
con tan grande dolor; ni cebarase
en ellos con calor tan pestilente;
que del arroyo cálido no sea
por los baños vencida; en tanto grado,
que ni la fiebre, ni corrupta llaga,
ni la letra horrorosa, ni aún la torva
parálisis, que todo el organismo
con vínculos perpetuos en cadena;
a la acción saludable de las aguas
se podrán oponer, pues que, a la fuerza
tendrán que sucumbir.
A más, la tierra,
por frecuentes resquicios desgarrada,
cerca del pozo ardiente, ya encendida
brota cálidas aguas; ya con ciego
empuje humoroso torbellino lanza,
que el cielo todo y el extenso campo
en capotan y velan.
Mas, con todo,
del terreno la grieta espaciosa
rico, espumante légamo pródiga,
para limpiar las vestiduras apto,
siempre sirviendo al vergonzante pobre
de amparo tutelar.
A la manera
que de áloe la indiana vestidura
al mejicano pueblo proporciona,
con liberidad nunca agotada,
bebida y alimentos y materiales
con que casas techar; no de otra suerte
el claro manantial, enardecido
por el calor que rápido lo abraza,
de su corriente, te dará caudales
desinfectantes y seguro alivio.
No hay cosa así, con todo, que hermosura
mayor preste de Méjico a los campos,
como el antiguo manantial, famoso
por sus aguas copiosas y el origen
de donde brota; al que, alabando, pone
sobre las nubes de Actípac, el pueblo.
Porque, bajo de él, la rocallosa
tierra hundiéndose, muestra de alto monte
las ásperas montañas, y entre blancos
mármoles deja abierta una hondonada
profunda, por doquier fortalecida
de collados y, al par, de agrios cantiles,
erizada también.
La que ofreciendo
de un vaso la figura (por su forma
circular y sutil), en caprichosos
giros baja hasta el fondo; y con musgoso
mentó eriza del vaso las paredes,
para que no saeta voladora
las pueda penetrar; ni a la enlamada
corriente superar logre, nadando,
ova de recia crin...
A aqueste vaso
amenazando está cónico monte
de gigantesca altura, cuyas crestas
en mil pinos corónanse, veladas
por las del bosque pavorosas sombras;
y crestas, cuyos picos orgullosos
superando las nubes, sólo ellas
de los gigantes a la osada turba
dar amparo podrían; sí, de nuevo,
pretendiesen aquellos las alturas
del Olimpo escalar.
De allí, veloces
--a través de las grietas espaciosas--
empiezan a manar de los peñascos
niveles las aguas, que, en raudales puros,
de la barranca al anchuroso lecho
llenan con profusión; y con rumores
gratos las peñas ahuecadas baten.
Mas tan puro y tan claro y transparente
borbota el manantial; que, sin esfuerzo,
en su fondo constar puedes los peces
nadantes, y apreciar aún las menudas
guijas que allí se ven.
Mas, cuando lame
con cristalinas ondas los musgos
peñascos, anchuroso el arroyuelo
descendiendo veloz, con abultado
seno, a las naves que del ponto vienen
abre fácil camino y, majestuoso
caminando por medio los amenos
campos; va, de pasada, rociando
hora los bosques por la diestra margen,
ora los prados por la opuesta, yendo
de agua con triple torbellino el campo
del piélago a invadir.
Pero, más dulce
para nosotros es el cristalino
manantial que se nutre con raudales
copiosos, donde el pueblo delicado
suele con baños recrear los cuerpos
lánguidos, y gozarse los calores
en mitigar nocivos.
No las aguas
de aqueste manantial bella colina
vomita de su altura verdeante,
o de marmórea roca desgarrada
las hace borbotar cumbre fragosa;
sino que en medio del fluvial estanque
un poco se hunde "poza" recortada
a manera de luna, más. más de veinte
palmos contando de extensión; en torno
de la cual se levanta una muralla
de greda, que la ciñe y la corona.
De allí, Natura poderosa abriendo
del campo las entrañas, por seis anchos
caños, abiertos sin esfuerzo alguno,
permite liberar que al pueblo llegue
de agua gran cantidad.
Mas, sin embargo,
porque mezclas el pasatiempo alegre
serias labores, decoró afanosa
al manantial con diferentes aguas.
De aquesta una vena caldeada
por tórrido caudal, suda y trasuda;
otra, al través de fácil agujero,
tibio raudal arroja; a las que se une
frígida la tercera, despedida
por telúrica boca; las que pagan
amplio tributo de caudales varios
a la cuenca profunda, en la que bullen
güijas menudas de candente arena.
Enriquecido con aquestas aguas
el manantial, en la mitad del campo,
siempre adorna las termas, agradables
por templar el calor de la onda ardiente
con gélido caudal; y a cuyas ondas
dúctiles superar nunca pudieron
otras termas, por más que centelleen
en marmóreos tazones, o de plata
bruñida emitan resplandores varios.
¡Ah! ¡ ¿Cuántas veces, en mejores días,
yo sumergido en las tepentes ondas,
cuando se anega en túmidos racimos
beoda la vendimia, recreaba
mi laso cuerpo en las salubres termas! ...
¡Oh, sí, de nuevo, para alivio dulce
de mi cansancio, permitido fuera
de esos baños gozar, y ver las fuentes
al cristal semejantes; y, de nuevo,
del cielo y tierra disfrutar benignos!...
Mas, ya que truculenta la fortuna
todo alivio me niega; yo, con fácil
metro cantando, tras los dulces campos
seguiré la jornada; y, detenido
del Helicón cabe las doctas linfas,
solazaré mis tormentosos tedios
con las tonadas de silvestre canto.
Así que, Ninfas, franqueadme amables
de vuestro hogar las peñas y las fuentes;
y pues que demostrar las maravillas
del patio suelo profesión hacemos;
de la próvida tierra mejicana
aún mayores prodigios cantaremos. En Ixtlán un poblado
por sus extensos campos afamado;
en regadizas aguas opulento
y en abundante gleba,
a la que con rastrillo continuado
el colono avariento
cultiva una mitad para el sembrado,
y otra pródigo cede, en que alimento
puede hallar el ganado.
En estas sementeras
bañarse en oro vieras
a las lozanas mieses;
y por el campo vasto
ver cómo van las reses
trochando, por doquier, el alto pasto!...
La riqueza a aumentar de la llanura
viene, con clara vena,
una fuente que salta de la arena;
y luego, con presura,
corriendo va por la campiña amena.
Fontana que, en la historia,
egregio nombre conquistose y gloria.
Porque, una vez, lanzada
a través de una boca ancha y profunda,
cuando del campo inmenso la explanada
atraviesa errabunda,
y con raudal perenne la fecunda;
si alguno, por acaso,
al borde de la fuente peregrina;
detiene el tardo paso;
se acerca, y examina
cuidadoso y atento,
de la fontana célebre el portento;
al punto, recatada
y como avergonzada
de sí, la onda se mira;
rápida el pie retira,
y, de pavura presa,
tuerce su curso apriesa
por los campos amenos,
para a poco soltar de sus raudales
los cristalinos frenos! ...
Como la sensitiva pudorosa
que, de florido tálamo surgiendo,
con gran lujo, ostentosa
va sus bífidas hojas exhibiendo;
si alguna vez, con todo,
de su cabello las guedejas leves
con temerario modo
e incauta mano a acariciar te atreves;
entonces, al instante,
la yerba, el abanico rozagante
de su follaje plega,
y en purpúreo rubor toda se anega;
no de otra suerte, llena de sonrojos,
del manantial la viva
onda se oculta a los humanos ojos,
y ser mirada esquiva.
Mas sí un poco distante
del lecho de la fuente borbotante,
con arte y maña vienes
en repasar lo andado, y te detienes,
tras nuevas observaciones, cabe la fuente,
cuya undosa corriente
primero parecía
vacilar y temblando se veía;
la onda, ya no perpleja,
más tiempo se dilata;
sino que, al punto, rápida se aleja
en el curso veloz que la arrebata,
a través de los campos, cual si fuese
una sierpe de plata!...
Pero más estupendas maravillas
que las descritas hasta aquí, te ofrece
la Guasteca, cubierta de arduos montes,
y por el cancro abrasador tostada.
No ésta blasona de medrosas linfas,
ni de arroyos que corren cristalinos;
sino de un manantial, que proporciona
pronto oídos a sonantes voces;
y que se llena de furor, al verse
estremecido por clamor ingrato.
Del verde lecho de encendida tierra
erumpe un manantial muy apacible
por sus tranquilas aguas y el susurro
que levanta sutil; al que de su alta
cumbre arroja veloz de Temapache
el agrio monte, cuyas verdes faldas
con desatadas ondas fertiliza.
Pero si, incauto, de sonoro cuerno
con roncas voces, de la mansa fuente
perturbas la quietud; súbito la onda
furente en iras se enardece grandes,
y no dueña de sí, se encoleriza,
y, en torno de la cuenca, se revuelve,
y de la "poza" los delgados muros
batiendo está con desatadas ondas
de insania llena; y cuando más el éter,
del clarín al clangor, está vibrando;
y, a lo lejos, con hondo clamoreo
las vértebras gigantes de los montes
empiezan a temblar; tanto más, suele,
a guisa de insensato, el arroyuelo
encenderse en furor.
Pero, tan pronto
como el callado cuerno inalterable
silencio se sucede; o, bien, las bocas
se niegan a emitir voz y sonidos;
cesa en su rabia el manantial, ni vuelve
las ondas a agitar.
No así los campos
fecunda alegres, con raudal ardiente
y locas linfas, celebrado arroyo
que nace en Tehuacá; sino que engendra,
bajo toldo frondífero, caudales
más ligeros que corren entre rocas,
con los que rinde la opulenta gleba
dorada meses.
Porque del profundo
seno terrestre con vigor saliendo
no con raudal perenne las llanuras
tendidas baña; sino, variable,
brota el capricho de alternadas horas;
ora regando la feroz campiña
con placido caudal; ora, su curso,
retenido del monte en las cavernas,
parco en corrientes, sin humor dejando
el todo a los ardientes arenales.
Ni bajo el peso de la red ardiente
agobiada la onda, por los campos
corre de nuevo; sin que, de las grietas
desgarradas, primero por delante
envié de agua torrentosas linfas,
y las montañas cóncavas resuenen
al trepido clamor.
Como el arroyo
lavielio suele, con raudal instable,
ora asaltar las márgenes, o de éstas
furtivamente arrebatar las ondas;
ora cualquier tardanza superando,
ora entre peñas su mansión poniendo;
con todo, no decora estos parajes
la opulenta Natura con sus claros
prodigios; de tal suerte, que a las otras
llanuras desdeñando por escasas
de adorno, allá a las mismas despojado
de las maravillas; antes bien, le plugo,
al de Nexapa manantial --sujeto
a dolencias crueles-- enseñarle
a que sus venas fontanales broten
por una y otra vez.
Monte elevado
surge en mitad de la región, a Febo
amenazando con altiva cresta;
y por cuyo costado, las raíces
desgarrando telúricas, se escapa
un manantial que en nitidez supera
a la bruñida plata y se conforma
mucho al cristal; arroyo que, en alterno
curso, las luces y las sombras mide,
esquivo al sol, y de la blanca luna
amoroso secuaz.
Y, ciertamente,
la lámpara solar apenas baña
con su lumbre las cárdenas arenas,
y empiezan a brillar las claras linfas
heridas por el sol; cuando la onda,
volviendo atrás sus pasos taciturna,
(tal como si los rayos del naciente
sol mirases con odio); sin tardanza,
del monte se hunde en el oscuro seno.
Mas, no bien, en las ondas de Neptuno
mete el sol sus corceles, y escarchada
la noche avanza, y la dudosa luna
empieza a aparecer; cuando, inconstante
el arroyuelo, en rápida carrera,
vuelve a soltar sus aguas, y los campos
baña, al amparo de la noche obscura.
Mas, en parte ninguna de la tierra
Naturaleza acumuló fontanas
tan milagrosas y abundantes, como
las emanan del monte del Quinceo
en el obscuro vientre, rebosantes
por márgenes ligeras, y de varias
grutas pobladas.
Y, en verdad, verías
ora en el dulce manantial flotando
ir las cavernas; ora de sus muros
saltar sulfúreo humor; ora las fuentes
ir amargadas por las nutrías sales,
con cuya espuma candeal las duras
bóvedas de las dudas resplandecen.
Esta, a través de gélido barranco,
gélidas gotas desde el techo mana;
aquélla, por ocultos arcaduces,
se desata en corrientes encendidas;
a no ser que vomita, de la roca
por las rajas, alumbre corrosivo.
Por todas partes la corriente fluye
a diferentes curativas sales
mezclada, propia para dar deleite,
y para males aliviar nacida.
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