jueves, 7 de diciembre de 2023

Geórgicas Mexicanas de Federico Escobedo (Libro XII, Los manantiales; transcripción)

Geórgicas Mexicanas de Federico Escobedo

por la transcripción Pascual Zárate Avila 


LIBRO DUODÉCIMO

DE LA RUSTICATIO MEXICANA

LOS MANANTIALES


Non mihí praecipites violentis fluctibus amnes
Pinguia maturis populantes messibus arva
Cura sequi. Blando vitrei me murmurae raptan
Usque redundantes niveo de pumice fontes,
Tuta queis Nymphae captant ad littora somnum.
                                          Rusticatio Mejicana, libro XII. 

No es mi intento seguir en su carrera 
precipitada a los hinchados ríos 
que van a desolar la sementera 
rica en pingües cosechas; murmurios 
de cristalina fuente vocinglera 
serán asuntos de los versos míos; 
las fuentes cantaré de eternas linfas, 
donde provocan a soñar las Ninfas. 

    Númenes que habitáis en los obscuros 
márgenes, y en el fondo de la umbría 
húmedo ambiente respiráis, y puros 
vuestros miembros laváis en la onda fría 
de cualquier mana   ntial; decid ¿los duros 
peñones cómo parte la natía 
fuente, y brotan sus linfas murmurando, 
y sí brotan quizá por vuestro mando? 

    En la sacra mansión que por los vientos 
gallardas se levanta, enriquecida 
por la piedad y múltiples talentos 
del mejicano pueblo; distinguida 
por sus torres e insignes ornamentos 
--pues de oro, plata y perras está henchida--; 
dádivas muchas prodigando ufana 
a la Virgen de se ve Guadalupana.  

    En tal sitio, de en medio de la arena 
brota amargo raudal, que, en las heces 
de limo impuro júntase, y su vena 
así enturbiada ahuyenta las más veces 
a cuentos de la sed sufren la pena
y quienes extinguir la allí con creces. 
Mas nada logran, porque el arroyuelo 
bebe el humor del salitroso suelo. 

    Mas si una fiebre lenta tu organismo 
invade, y los remedios especiales 
de los peritos dejas, y tú mismo 
en médico de truecas; los raudales 
toma que brotan del obscuro abismo; 
y sin tener en cuenta de las sales 
el sabor y terreno pestilente; 
bebe, y salud te brindará la fuente.

    Aquí, también, de en medio del profundo 
pozo de detendrás a ver suspenso 
como brotan con ímpetu iracundo 
lúteas las linfas, cual si el mar inmenso 
el manantial lanzárase errabundo, 
su cauce viendo por las aguas denso. 
Mas del fondo alejado y de la arena, 
ya te nueva por la campiña amena. 

    Y se aleja veloz, como que cede 
al insano furor del loco viento 
que, oculto en cárcel tétrica, no puede 
salir para tomar esparcimiento. 
Y, con rabia maligna. de la sede 
en que oprimido está, surge violento, 
anhelando, a través de la partida 
tierra, tener ya libre la salida. 

    Más lo que hace en extremo gloriosa 
y da nombre sin par a esta fontana, 
en su origen y causa milagrosa: 
Después de que la Virgen soberana 
al indio apareciéndose amorosa, 
hizo suya la tierra mejicana 
turbado el indio con tan gran prodigio, 
no acierta a señalar ningún vestigio 

    de los lugares do fijó la planta,
(al hacer su gloriosa epifanía) 
del Tepeyac la Virgen sacrosanta 
la Reina de los ángeles María
Y fue del indio Juan la duda tanta, 
que, en medio de los campos, no sabía 
orientar a los que iban a su lado, 
el paso conduciendo extraviado. 

    Mas, de aquí que, rasgados, de repente, 
los senos de la lóbrega llanura, 
brota ¡oh milagro! saludable fuente, 
que sirva de señal en la futura 
edad, y muestre a la cristiana gente, 
cuando visite la fontana pura, 
el sitio venerado en el que un día 
sus pies Virginios asentó María

    Y como, a veces, suele un potentado 
por gratitud colmar de regios dones 
el techo do hospedaje le han brindado; 
así la Virgen hizo en las mansiones 
do recibida fue; por eso el prado 
aquél llenó de santas bendiciones,
y agua perenne le otorgó en ofrenda, 
y a Méjico, de amor perpetua prenda. 

    De este honor y alabanza se despoja 
resignado, en verdad, un arroyuelo 
de agua dulce; que, junto a los vecinos 
techos de humilde población, Zapopan, 
se mira borbotear; al que si raros 
prodigios negó al cielo, compensole 
con otros bienes la opulenta madre 
do dones, la feraz Naturaleza.

    Una inmensa llanura se dilata, 
a través de las áridas campiñas, 
sin que arroyo ninguno con sus aguas 
copiosas humedezca las yugadas 
oprimidas de sed, sed encendida 
tanto del sol por los ardientes rayos, 
que calmar no podría ni del polo 
en hábito invernal. 

    No allí la vega 
cultivada produce rubias meses; 
ni el frondoso árbol se doblega al peso 
de los maduros frutos; y sí, cauta 
la tierra no cubriese de vicioso 
césped el suelo, de los secos campos 
los ganados tal vez ahuyentaría. 

    Más, por la parte, donde de Zapopan 
alegre se destaca el caserío, 
se bifurca el arroyo y, con copioso 
raudal cierra el resquicio borbotante, 
porque en el fondo de profunda fosa, 
en que del arte superó natura 
las más egregias obras, rectilíneo 
queda extendido el techo por los aires, 
sin el ligamen de la piedra pómez 
que le da robustez; sino que todo 
en su completa integridad, formando 
está por mil airosas bovedillas 
de arena muy sutil; y, de una abierta 
claraboya al través, deja la abrupta 
caverna contemplar; no al sol cerrada, 
por más que ponga espanto con sus negras 
tinieblas; más, no obstante, con avara 
boca bebe la luz pura del día, 
y las tinieblas de la noche aleja. 

    Con todo, no cualquiera en el undoso 
subterráneo retiro se aventura 
tal vez a penetrar, sin que, obligado 
del clima por calor asaz ardiente, 
en el frio arroyuelo haya querido 
todo el cuerpo bañar. 

    Y, ciertamente, 
de la bóveda plana tantas gotas 
dulces y cristalinas se desprenden 
surcando atropelladas de la cueva 
el ambiente sutil; que juzgarías 
que, en el cielo, las nubes desgarrando 
sus senos, emperlaban de rocío 
el suelo --esclavo de pluviales ondas--; 
sin que, con todo, el manantial copioso 
con golpe igual logre azotar la tierra, 
porque del antro la techumbre altiva 
deja esparcir por el siniestro lado 
gotas en profusión; las que, impulsadas 
por la lluvia, deslízanse a la tierra 
y, a través de los techos, produciendo 
van súbito fragor. 

    Mas, por la izquierda 
parte de la mansión, que de los vientos 
parece suspendida, la techumbre 
--digna de Deucalión-- en aguacero 
torrencial se desata.   

    Como suele, 
a veces, liquidándose las nubes, 
turbión austral las húmedas campiñas 
en aguas empapar, los altos techos 
sacudiendo, al impulso de la lluvia 
que desciende en tropel, cuando ardoroso 
León las tierras con su aliento quema; 
no de otra suerte, destilando gotas 
están de la caverna las paredes ... 
Ocupa el centro de la obscura cueva 
el torrencial turbión; más, ya tranquilo, 
y con manso raudal y sosegado 
murmurio, poco a poco, se desprende 
de la enarcada bóveda, que en lluvia 
resolviéndose está ... 

    Tal, nebuloso 
Acuario, ya sus ánforas volcando, 
en leves gotas por el éter puro 
separó sus raudales, que, en caída 
sosegada, cubiertas de rocío 
dejan las cementeras. 

    De la gruta, 
después, por cima el empapado suelo 
vieras cómo las aguas se derraman 
en tímidas burbujas que, silentes, 
súbitos se amontonan, hasta un río 
cristalino formar; y, con empuje 
ciego y feroz, por la caverna toda 
luego corriendo van ...

    Sagaz, empero, 
con diferencia grande, aquestas aguas 
la gruta separó e hizo famosas 
con diferente honor; porque sañuda 
el agua, que en profusos aguaceros 
azota el lago, de este el abultado 
seno con peso singular oprime. 
Mas la que, gota a gota, se despeña 
de la aplanada bóveda, imitando 
el fragor de la lluvia amenazante, 
no con difícil peso las entrañas 
suele grabar. 

    Mas la que se desliza, 
con mansa y sutilísima corriente, 
onda leve, nacida la creyeras 
para calmar la sed, y los calores 
de Febo remover; y, aunque en henchidos 
odres bebida fuera, mal ninguno 
a quien de ella gustarse causaría.

    ¡Cuánto, empero, más dignas de cantarse 
son las venas de fresco manantiales 
que, por obra de un río cristalino 
y de sólido a mármol arrancado, 
en fácil curso van de Uruapan fértil 
la mansión a bañar! .... 

    Aguas que, cerca 
de la ciudad manando y, a las faldas 
de excelso monte con violento impulso 
de la tierra las vísceras potentes 
de la mira romper; y, fugitivas, 
las cavernas dejando tenebrosas, 
saltar con fuerza y rapidez por nueve 
gargantas, que se abren distanciadas 
tres palmas entre sí, ni desunidas 
por dilatado espacio; produciendo, 
al borbotar, torrentes plateados 
que, al ensancharse, en arcos transparentes, 
vienense a convertir; y, con burbujas 
mil salpican las cuencas resonantes, 
que henchidas de agua van. 

    Seguidamente, 
cada cual, de los frescos manantiales, 
en huida veloz, de las estrechas 
márgenes se desprenden y se lanzan 
por canal anchuroso, las orillas 
haciendo retemblar; y, con sus aguas 
cada vez más crecidas, el undoso, 
río ensanchando más... 

    Este, en parlero 
curso, va por la tierra serpeando 
bajo densa arboleda, y con sus linfas 
baña a Uruapan feliz; y, ya en abierto 
campo al mirarse libre, cuesta abajo, 
--a través de peñascos y terrones-- 
su corriente acelera, hasta que en negro 
abismo va a caer. 

    Lugar do ardua 
fosa de libre paso a una profunda 
barranca, a la que erizan duras peñas, 
y sombra dan espesos matorrales 
que en los resquicios de partida roca 
han tornado a nacer, y a los que alegre 
y, a menudo, visitan la cohorte 
alada de las aves. 

    En aquesta 
hondonada profunda, ya cercano 
a su rutina, despeñase ligero 
el impetuoso río, su corriente 
hasta el cielo aventando! ... 

    Mas, con todo, 
no el torrente otorgó Naturaleza 
con salto igual al trasponer la barra 
que a su ímpetu fijó; porque una parte
de las aguas asciende por las rocas 
más altas, y que son como los belfos 
hórridos del canal; de los que salta 
rápida por los aires, hasta el fondo 
del abismo ir a dar; en tanto, la otra 
--a guisa de corriente que se estanca-- 
al fondo va de la anchurosa cuenca 
tranquila a descansar, aparentando 
silenciosa quietud. 

    Para que, cuando 
el pedernal, alzando por doquiera 
obstáculos, en torno se entreabra 
por mil grietas partido, --semejante 
a un inmenso tamiz, esclopeado 
por dura lanza--; pueda ingenioso 
a la corriente represada oculto 
camino prescribir. 

    De aquí, jugando, 
lanza la roca por las auras leves 
con ímpetu veloz, ya divididos 
los raudales, que estaban hasta entonces 
sujetos a prisión, en tantas vueltas 
cuantas las duras y salientes rocas 
numéranse; que, a causa de las grietas, 
hundidas ya se ven. 

    Como, en un tiempo, 
la saeta lanzada por la cuerda 
respirada del arco, y con empuje 
tremenda disparada, el viento vago 
rápido va a rasgar; con gran empeño 
del arco retorcido la estrechura 
abandonando, al fin; no de otro modo 
la corriente se aleja de las peñas 
en carrera veloz.... 

    La onda que sube 
por sima de los bordes escarpados 
con un rápido salto, del torrente 
el centro va a ocupar; y, comprimida 
por el tapiz copioso, por doquiera 
del río, que se escapa de las rocas, 
como suspensa queda; cual si fuese 
de la diestra divina a revelarnos 
las obras sin igual. 

    De allí las aguas 
precipitadas ya, van hasta el fondo 
de la cascada a conmover con fuerza 
su abundante pilón. 

    De este, corriendo 
el río se desprende cristalino 
que, en su tortuga marcha, recreando 
va a con yerto caudal a las campiñas, 
como, también, a las balantes greyes 
que caminando van. 

    No así los campos 
áridos refrigera el arroyuelo, 
al que vomita de su obscuro vientre 
de Chucándiro el monte; pues la fama 
asegura que aquél se precipita, 
en carrera veloz, por las entrañas 
de pedernal aurífero, formando 
hondo y negro caudal; y que penetra 
con empuje potente en lo profundo 
de rico mineral. 

    Después, a poco, 
de haber ya visitado las regiones 
del ceñudo Plutón; el arroyuelo 
que güijas áureas en su cauce arrastra, 
por dilatada a boca se despeña, 
no con rígidas fauces arrojando 
corriente glacial, para los frutos 
ir a alegrar de la campiña fértil; 
sino que de agua hirviente con caudales 
las glebas fecundiza, porque puedas 
suavizar con sus ondas las viandas, 
tratable hacer la carne, y de los toros 
el suculento lomo a las costillas 
sin esfuerzo arrancar. 

    Pero, si enfermo, 
cualquier dolencia desechar procuras; 
por cima los humosos manantiales 
templadas termas pon; y, mientras tanto 
que depone su ardor la linfa airada,  
tú zabulle los miembros, con frecuencia, 
del "temaxcalt" en las tepentes aguas; 
hasta que de su cuerpo quebrantado 
ya se aparte, por fin, todo contagio; 
para que no con lenta calentura 
los huesos roa tabardillo aleve, 
y los flácidos miembros debilite 
por mucho tiempo; que, en verdad a ruina 
cierta empuja y arroja a los enfermos 
de tal fiebre maligna, y los sumerge 
de acerba muerte en el profundo abismo. 

    También por los calores excesivos 
se enardecen las ondas que, en salubre 
corriente, van regando las campiñas 
en cuyo centro las pajizas chozas 
surgen de un pueblo, que del Santo Apóstol 
Bartolomé se eleva en el nombre. 
Cabe este pueblo, de mirar se digna 
una vega existía, de abundante 
césped henchida; donde las yugadas 
se inclinan con pequeños lomeríos, 
bajo los cuales protegido late 
oculto fuego, que, a las faldas mismas 
del enarcado lomo del terreno, 
lanza ardientes raudales, cuyas aguas 
de humo abundante a las columnas mezcla. 

    Porque el pequeño manantial, quemado 
por el interno fuego que lo cubre, 
inflado ya por el calor, concibe 
tan violentos incendios; que en sus propias 
mansiones y en mitad de las arenas 
ennegrecidas impaciente bulle; 
y ¡hasta del cielo a los espacios alza 
nube humeante, y con espesos nublos 
aun amenaza al sol! 

    Pero ... ¡oh prodigio! 
en cuanto de su cauce bien estrecho 
se desvía el arroyo, fecundante, 
torna alegre los campos, y de aristas 
áureas lleno, prodiga con usura 
extremada de Ceres las larguezas. 

    No el campo ya desea de las nubes 
cargadas los copiosos aguaceros; 
ni del henchido río las corrientes 
pantanosas beber; mientras que vaya 
las campiñas regando con flexibles 
ondas el manantial. 

    Con todo, nadie 
sus ardorosas aguas apetece, 
sino cuando se siente conmovido 
por los graves tormentos de dolencia 
en extremo cruel; por ninguna 
enfermedad quebrantará los miembros 
con tan grande dolor; ni cebarase 
en ellos con calor tan pestilente; 
que del arroyo cálido no sea 
por los baños vencida; en tanto grado, 
que ni la fiebre, ni corrupta llaga, 
ni la letra horrorosa, ni aún la torva 
parálisis, que todo el organismo 
con vínculos perpetuos en cadena; 
a la acción saludable de las aguas 
se podrán oponer, pues que, a la fuerza 
tendrán que sucumbir. 

    A más, la tierra, 
por frecuentes resquicios desgarrada, 
cerca del pozo ardiente, ya encendida 
brota cálidas aguas; ya con ciego 
empuje humoroso torbellino lanza, 
que el cielo todo y el extenso campo 
en capotan y velan. 

    Mas, con todo, 
del terreno la grieta espaciosa 
rico, espumante légamo pródiga, 
para limpiar las vestiduras apto, 
siempre sirviendo al vergonzante pobre 
de amparo tutelar.

    A la manera 
que de áloe la indiana vestidura 
al mejicano pueblo proporciona, 
con liberidad nunca agotada, 
bebida y alimentos y materiales 
con que casas techar; no de otra suerte 
el claro manantial, enardecido 
por el calor que rápido lo abraza, 
de su corriente, te dará caudales 
desinfectantes y seguro alivio. 

    No hay cosa así, con todo, que hermosura 
mayor preste de Méjico a los campos, 
como el antiguo manantial, famoso 
por sus aguas copiosas y el origen 
de donde brota; al que, alabando, pone 
sobre las nubes de Actípac, el pueblo. 

    Porque, bajo de él, la rocallosa 
tierra hundiéndose, muestra de alto monte 
las ásperas montañas, y entre blancos 
mármoles deja abierta una hondonada 
profunda, por doquier fortalecida 
de collados y, al par, de agrios cantiles, 
erizada también. 

    La que ofreciendo 
de un vaso la figura (por su forma 
circular y sutil), en caprichosos 
giros baja hasta el fondo; y con musgoso 
mentó eriza del vaso las paredes, 
para que no saeta voladora 
las pueda penetrar; ni a la enlamada 
corriente superar logre, nadando, 
ova de recia crin... 

    A aqueste vaso 
amenazando está cónico monte 
de gigantesca altura, cuyas crestas 
en mil pinos corónanse, veladas 
por las del bosque pavorosas sombras; 
y crestas, cuyos picos orgullosos 
superando las nubes, sólo ellas 
de los gigantes a la osada turba 
dar amparo podrían; sí, de nuevo, 
pretendiesen aquellos las alturas 
del Olimpo escalar. 

    De allí, veloces 
--a través de las grietas espaciosas-- 
empiezan a manar de los peñascos 
niveles las aguas, que, en raudales puros, 
de la barranca al anchuroso lecho 
llenan con profusión; y con rumores 
gratos las peñas ahuecadas baten. 
Mas tan puro y tan claro y transparente
 borbota el manantial; que, sin esfuerzo, 
en su fondo constar puedes los peces 
nadantes, y apreciar aún las menudas 
guijas que allí se ven. 

    Mas, cuando lame 
con cristalinas ondas los musgos 
peñascos, anchuroso el arroyuelo 
descendiendo veloz, con abultado 
seno, a las naves que del ponto vienen 
abre fácil camino y, majestuoso 
caminando por medio los amenos 
campos; va, de pasada, rociando 
hora los bosques por la diestra margen, 
ora los prados por la opuesta, yendo 
de agua con triple torbellino el campo 
del piélago a invadir. 

    Pero, más dulce 
para nosotros es el cristalino 
manantial que se nutre con raudales 
copiosos, donde el pueblo delicado 
suele con baños recrear los cuerpos 
lánguidos, y gozarse los calores 
en mitigar nocivos.

    No las aguas 
de aqueste manantial bella colina 
vomita de su altura verdeante, 
o de marmórea roca desgarrada 
las hace borbotar cumbre fragosa; 
sino que en medio del fluvial estanque 
un poco se hunde "poza" recortada 
a manera de luna, más. más de veinte 
palmos contando de extensión; en torno 
de la cual se levanta una muralla 
de greda, que la ciñe y la corona. 
De allí, Natura poderosa abriendo 
del campo las entrañas, por seis anchos 
caños, abiertos sin esfuerzo alguno, 
permite liberar que al pueblo llegue 
de agua gran cantidad. 

    Mas, sin embargo, 
porque mezclas el pasatiempo alegre 
serias labores, decoró afanosa 
al manantial con diferentes aguas. 

    De aquesta una vena caldeada 
por tórrido caudal, suda y trasuda; 
otra, al través de fácil agujero, 
tibio raudal arroja; a las que se une 
frígida la tercera, despedida 
por telúrica boca; las que pagan 
amplio tributo de caudales varios 
a la cuenca profunda, en la que bullen 
güijas menudas de candente arena. 

    Enriquecido con aquestas aguas 
el manantial, en la mitad del campo, 
siempre adorna las termas, agradables 
por templar el calor de la onda ardiente 
con gélido caudal; y a cuyas ondas 
dúctiles superar nunca pudieron 
otras termas, por más que centelleen 
en marmóreos tazones, o de plata 
bruñida emitan resplandores varios.

    ¡Ah! ¡ ¿Cuántas veces, en mejores días, 
yo sumergido en las tepentes ondas, 
cuando se anega en túmidos racimos 
beoda la vendimia, recreaba 
mi laso cuerpo en las salubres termas! ...
¡Oh, sí, de nuevo, para alivio dulce 
de mi cansancio, permitido fuera 
de esos baños gozar, y ver las fuentes 
al cristal semejantes; y, de nuevo, 
del cielo y tierra disfrutar benignos!... 

    Mas, ya que truculenta la fortuna 
todo alivio me niega; yo, con fácil 
metro cantando, tras los dulces campos 
seguiré la jornada; y, detenido 
del Helicón cabe las doctas linfas, 
solazaré mis tormentosos tedios 
con las tonadas de silvestre canto. 
Así que, Ninfas, franqueadme amables 
de vuestro hogar las peñas y las fuentes; 
y pues que demostrar las maravillas 
del patio suelo profesión hacemos; 
de la próvida tierra mejicana 
aún mayores prodigios cantaremos. En Ixtlán un poblado 
por sus extensos campos afamado; 
en regadizas aguas opulento 
y en abundante gleba, 
a la que con rastrillo continuado 
el colono avariento 
cultiva una mitad para el sembrado, 
y otra pródigo cede, en que alimento 
puede hallar el ganado. 

    En estas sementeras 
bañarse en oro vieras 
a las lozanas mieses; 
y por el campo vasto 
ver cómo van las reses 
trochando, por doquier, el alto pasto!... 

    La riqueza a aumentar de la llanura 
viene, con clara vena, 
una fuente que salta de la arena; 
y luego, con presura, 
corriendo va por la campiña amena. 
Fontana que, en la historia, 
egregio nombre conquistose y gloria. 

    Porque, una vez, lanzada 
a través de una boca ancha y profunda, 
cuando del campo inmenso la explanada 
atraviesa errabunda, 
y con raudal perenne la fecunda; 
si alguno, por acaso, 
al borde de la fuente peregrina; 
detiene el tardo paso; 
se acerca, y examina 
cuidadoso y atento, 
de la fontana célebre el portento; 
al punto, recatada 
y como avergonzada 
de sí, la onda se mira; 
rápida el pie retira, 
y, de pavura presa, 
tuerce su curso apriesa 
por los campos amenos, 
para a poco soltar de sus raudales 
los cristalinos frenos! ... 

    Como la sensitiva pudorosa 
que, de florido tálamo surgiendo, 
con gran lujo, ostentosa 
va sus bífidas hojas exhibiendo; 
si alguna vez, con todo, 
de su cabello las guedejas leves 
con temerario modo 
e incauta mano a acariciar te atreves; 
entonces, al instante, 
la yerba, el abanico rozagante 
de su follaje plega, 
y en purpúreo rubor toda se anega; 
no de otra suerte, llena de sonrojos, 
del manantial la viva 
onda se oculta a los humanos ojos, 
y ser mirada esquiva. 

    Mas sí un poco distante 
del lecho de la fuente borbotante, 
con arte y maña vienes 
en repasar lo andado, y te detienes, 
tras nuevas observaciones, cabe la fuente, 
cuya undosa corriente 
primero parecía 
vacilar y temblando se veía; 
la onda, ya no perpleja, 
más tiempo se dilata; 
sino que, al punto, rápida se aleja 
en el curso veloz que la arrebata, 
a través de los campos, cual si fuese 
una sierpe de plata!... 

    Pero más estupendas maravillas 
que las descritas hasta aquí, te ofrece 
la Guasteca, cubierta de arduos montes, 
y por el cancro abrasador tostada. 
No ésta blasona de medrosas linfas, 
ni de arroyos que corren cristalinos; 
sino de un manantial, que proporciona 
pronto oídos a sonantes voces; 
y que se llena de furor, al verse 
estremecido por clamor ingrato.

    Del verde lecho de encendida tierra 
erumpe un manantial muy apacible 
por sus tranquilas aguas y el susurro 
que levanta sutil; al que de su alta 
cumbre arroja veloz de Temapache 
el agrio monte, cuyas verdes faldas 
con desatadas ondas fertiliza. 
Pero si, incauto, de sonoro cuerno 
con roncas voces, de la mansa fuente 
perturbas la quietud; súbito la onda 
furente en iras se enardece grandes, 
y no dueña de sí, se encoleriza, 
y, en torno de la cuenca, se revuelve, 
y de la "poza" los delgados muros 
batiendo está con desatadas ondas 
de insania llena; y cuando más el éter, 
del clarín al clangor, está vibrando; 
y, a lo lejos, con hondo clamoreo 
las vértebras gigantes de los montes 
empiezan a temblar; tanto más, suele, 
a guisa de insensato, el arroyuelo 
encenderse en furor. 

    Pero, tan pronto 
como el callado cuerno inalterable 
silencio se sucede; o, bien, las bocas 
se niegan a emitir voz y sonidos; 
cesa en su rabia el manantial, ni vuelve 
las ondas a agitar. 

    No así los campos 
fecunda alegres, con raudal ardiente 
y locas linfas, celebrado arroyo 
que nace en Tehuacá; sino que engendra, 
bajo toldo frondífero, caudales 
más ligeros que corren entre rocas, 
con los que rinde la opulenta gleba 
dorada meses.  

    Porque del profundo 
seno terrestre con vigor saliendo 
no con raudal perenne las llanuras 
tendidas baña; sino, variable, 
brota el capricho de alternadas horas; 
ora regando la feroz campiña 
con placido caudal; ora, su curso, 
retenido del monte en las cavernas, 
parco en corrientes, sin humor dejando 
el todo a los ardientes arenales. 
Ni bajo el peso de la red ardiente 
agobiada la onda, por los campos 
corre de nuevo; sin que, de las grietas 
desgarradas, primero por delante 
envié de agua torrentosas linfas, 
y las montañas cóncavas resuenen 
al trepido clamor. 

    Como el arroyo 
lavielio suele, con raudal instable, 
ora asaltar las márgenes, o de éstas 
furtivamente arrebatar las ondas; 
ora cualquier tardanza superando, 
ora entre peñas su mansión poniendo; 
con todo, no decora estos parajes 
la opulenta Natura con sus claros 
prodigios; de tal suerte, que a las otras 
llanuras desdeñando por escasas 
de adorno, allá a las mismas despojado 
de las maravillas; antes bien, le plugo, 
al de Nexapa manantial --sujeto 
a dolencias crueles-- enseñarle 
a que sus venas fontanales broten 
por una y otra vez.    

        Monte elevado 
surge en mitad de la región, a Febo 
amenazando con altiva cresta; 
y por cuyo costado, las raíces 
desgarrando telúricas, se escapa 
un manantial que en nitidez supera 
a la bruñida plata y se conforma 
mucho al cristal; arroyo que, en alterno 
curso, las luces y las sombras mide, 
esquivo al sol, y de la blanca luna 
amoroso secuaz. 

    Y, ciertamente, 
la lámpara solar apenas baña 
con su lumbre las cárdenas arenas, 
y empiezan a brillar las claras linfas 
heridas por el sol; cuando la onda, 
volviendo atrás sus pasos taciturna, 
(tal como si los rayos del naciente 
sol mirases con odio); sin tardanza, 
del monte se hunde en el oscuro seno. 
Mas, no bien, en las ondas de Neptuno 
mete el sol sus corceles, y escarchada 
la noche avanza, y la dudosa luna 
empieza a aparecer; cuando, inconstante 
el arroyuelo, en rápida carrera, 
vuelve a soltar sus aguas, y los campos 
baña, al amparo de la noche obscura. 

    Mas, en parte ninguna de la tierra 
Naturaleza acumuló fontanas 
tan milagrosas y abundantes, como 
las emanan del monte del Quinceo 
en el obscuro vientre, rebosantes 
por márgenes ligeras, y de varias 
grutas pobladas. 

    Y, en verdad, verías 
ora en el dulce manantial flotando 
ir las cavernas; ora de sus muros 
saltar sulfúreo humor; ora las fuentes 
ir amargadas por las nutrías sales, 
con cuya espuma candeal las duras 
bóvedas de las dudas resplandecen. 
Esta, a través de gélido barranco,
gélidas gotas desde el techo mana; 
aquélla, por ocultos arcaduces, 
se desata en corrientes encendidas; 
a no ser que vomita, de la roca 
por las rajas, alumbre corrosivo. 
Por todas partes la corriente fluye 
a diferentes curativas sales 
mezclada, propia para dar deleite, 
y para males aliviar nacida.







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