sábado, 9 de diciembre de 2023

Geórgicas Mexicanas de Federico Escobedo (Libro XIII, Las aves; transcripción)

Geórgicas Mexicanas de Federico Escobedo

por la transcripción Pascual Zárate Avila 


LIBRO DÉCIMOTERCERO

DE LA RUSTICATIO MEXICANA

LAS AVES


Indigenas cano ruris aves,quas praedia lucis
Usque renascentes donant absonia mensis;
Et quas umbroso ramorum nigra recessu
Sylva tegit pictas vario splendore colorum;
Et blandas resono modulantes gutture voces;
Ac demum quas juvante, et viver raptor.
                                    Rusticatio Mejicana, libro XIII


De mi lira con graves 
notas celebro las indianas aves, 
del campo habitadoras; 
las que se multiplican, 
sin cesar, en los rústicos confines,  
a par de los planteles nemorosos, 
y útiles se dedican 
las mesas a alegrar en los festines 
con manjares sabrosos; 
y las que en el plumaje 
van del iris luciendo los colores 
amparadas, en antros de follaje, 
por la selva con manto de negrores; 
y las que con harpadas 
lenguas, trinos modulan apacibles; 
y, por fin, las que, armadas, 
se complacen terribles 
en ver guerreras haces; 
y aquellas que, insensibles, 
de robos se mantienen: las rapaces.  

    Magna empresa acometo 
--declaro la verdad--; pero confío 
en vosotros más, Mapeas, que el secreto 
habéis de revelarme del umbrío 
valle, en cuyas prisiones 
tenéis fincado el arsenal completo 
de vuestros ricos, abundantes dones. 

    Sacad, sacad por tanto, 
del bosque a las aladas muchedumbres; 
a mi vista ponedlas; y, si a tanto 
llega vuestra bondad; de sus costumbres 
habladme, y de sus casas y del canto 
melifluo con que alternan, 
bajo el frondoso bosque en que se internan. 

    Fue un tiempo en que amorosa 
América, en su seno, dio acogida 
y escondió cautelosa, 
de sus bosques en medio a la guarida 
velada en verdes brumas, 
a innúmeras bandadas 
de voladoras aves, afamadas 
por el nítido velo de sus plumas, 
y el canto de sus lenguas aflautadas. 
También nutrido había, 
de entonces, a las aves 
regionales; que, al cabo, ya veía 
de mansa condición ser y suaves 
vida haciendo común; y, en su regazo 
fecundo, a todas en estrecho abrazo 
juntando con solicita porfía;
de su ubérrimo seno
--como de enjambre clamoroso y lleno--
sacó de pollos abundante cría.

    Y fue esto, cuando España
con mano generosa, 
dio a la regia mansión y a la cabaña, 
de gallinas la prole numerosa; 
con que lauta comida 
a la Colonia regaló querida. 
Mas luego que el hispano 
trajo del Océano, 
a través de las olas y en las naves, 
a estas preciadas aves, 
y las juntó con legión; desde ese día, 
en pueblos y ciudades resonando, 
del gallináceo bando 
se escucha, por doquier, la algarabía- 
Mas, ¿quién hará memoria 
de las gallinas, cuando ya completa 
de ellas Vaniere, nos relató la historia, 
obteniendo, por ello, de poeta, 
con aplausos de Apolo, la victoria? 

    Dejando ya en seguro 
de aves a las domésticas legiones, 
ahora me aventuro 
a penetrar callado en las mansiones 
secretas del obscuro 
bosque, para, con mallas traicioneras, 
a las aves burlares en él habitan; 
y a las que volanderas, 
con cebo tentador se solicitan. 

    Y en mirar ya mis ojos se recrean, 
bajo el follaje de la selva umbrosa, 
al indígena Pavo, al que rodean 
de su tribu familia numerosa, 
y una legión de hermanas, 
que a su escolta se juntan; 
y, con él, a la sombra, de lozanas 
yerbas los tallos sin vigor despuntan. 

    Mas luego que ya ha henchido 
con abundantes crías, sus legiones, 
y gárrulo, aturdido 
con clamor incesante nuestro oído; 
sin mandárselo nadie, a las mansiones 
del bosque torna, do habitó primero; 
y de la sangre paternal, silvestre 
recordando que él es el heredero, 
deja en el bosque agreste 
de su especie el linaje vividero. 

    Esta ave montuosa, 
para volar es tarda y perezosa, 
y pronto desfallece; 
más, en curso veloz, surca los ríos 
con desusados bríos, 
y firme entre las ondas permanece. 
Es de prudencia rara, 
pues de secos jarales con la broza 
tiernos nidos prepara; 
y a su progenie cara, 
y a la tribu que le hace compañía, 
en sombrear con árboles se goza, 
cuando el sol llega a la mitad del día. 

    Mas, cuando ya del seno 
de la sombra rasgada 
la cabeza dorada 
saca airoso Titán; al campo ameno 
que --a modo de esmeralda-- ya reluce, 
el plumígero macho, al punto, 
lleno de gozo, a todo su escuadrón, conduce.

    Y sólo, va enlazando 
sus caprichosos giros 
a los alternos de su propio bando; 
y a sus amigas testifica tierno 
la llama ardiente de su amor interno. 
De vanidad henchido, 
echando atrás el cuello retorcido, 
con esforzada brega 
deja el vientre abultado 
por las hirsutas plumas que despliega. 
Con las alas el suelo 
barre; y el corvo pico, 
de secreción mucosa con un velo 
cubre; y de su alta cola el abanico 
desplegando, a la alardea; 
y, por el campo todo, 
círculos describiendo, se pasea. 
Y con órbita estrecha 
ciñendo va, en redor, a las esclavas, 
que de su amor a herido con la flecha: 
a las túrgidas pavas

    Mas, luego ya de haber ceremonioso 
colmándolas de finas 
atenciones, las lleva a las vecinas 
márgenes de un arroyo caudaloso, 
donde la sed aplaquen; y, aplacada, 
de nuevo las conduce a las regiones 
do, entre jarales tienen su morada. 
Mas si tú, con los pavos capturados 
pretendes alegrar más los festines 
(ya que aquellos cuidados 
ignoran, del hogar en los confines, 
cuáles son las razones 
y los aviesos fines 
de tenerlos también alimentados); 
ármate de bastones 
muy pulidos; y, en tanto que pípila 
de pavos la legión en la espesura, 
sácala del lugar donde se asila, 
y arrójala después a la llanura. 
Que, entonces, sin tardanza 
apelando a la fuga, y en carrera 
rápida y en tropel, todos se lanza 
la pavífera turba a la pradera. 
Tú, entonces, con presura, 
ya arrojados del Pavo entre las corvas 
tus bastones; procura 
atajarle los pasos, y del bosque 
alejarle; que, entonces, con tristura 
al verse en su carrera detenido, 
parará; y en la grama del florido 
campo, lamentará su desventura. 

    Mas, a veces, también la turba alada, 
por las nocturnas sombras amparada, 
trepa a los verdes troncos con empeño, 
en sus alas fiando; y recatada 
del bosque en la enramada, 
se entrega en brazos de apacible sueño. 
Tú, entonces, avisado, 
con lazos tus bastones a presiona 
y, en pos de tu persona, 
haz que vaya un criado, 
que una lámpara lleve reluciente, 
con que, estando a tu lado, 
los ojos de los pavos apaciente. 
Mas, luego que, en silente 
quietud, haya sus miembros aflojados 
del aligero núcleo la cohorte; 
haz que grabe clamor el sueño corte 
en que el pavo se encuentra aletargado. 
Y la tea encendida 
luz esparciendo roja, 
sobre la turba ya despavorida, 
sin vacilar, a roja. 
Ella, entonces, con ojos 
fijos verá los reverberos rojos 
que está la viva lámpara arrojando; 
y, alargando los cuellos, 
de la luz los destellos 
se quedará en un punto contemplando. 

    Tal, en un tiempo, joven campesino 
acostumbrado a ver las heredades 
rústicas, al mirar en repentino 
golpe visual poblados y ciudades; 
sí de regias mansiones 
contemplar los dorados artesones 
le permiten, atónito enmudece; 
y en su ánimo diversas emociones 
revolviendo, en redor los ojos gira, 
y de cuanto admirable le parece, 
ni un momento los ojos ya retira. 

    Tú, en tanto, lentamente, 
y a tus bastones demandando ayuda, 
veloz asciende hasta tocar la frente 
de la encina copuda, 
y tus labios después ella prudente. 
Ten, entonces, el cuello retorcido 
del pavo, con el lazo, bien ceñido; 
y, en tu red, ya tomado por asalto, 
arrójale de alto 
frondoso tronco, en que fijó su nido. 
Y a cogerle que acuda 
--una vez de las ramas desprendido-- 
el compañero que te dio su ayuda. 
De tus redes, a poco, en las prisiones, 
uno en pos de otro, caigan a montones; 
hasta que al fin, tras de la brega ruda 
y afanes trabajosos, 
quede, por ti, la encina ya desnuda 
totalmente de pavos adiposos.

      En cuanto a la estatura, 
nos recuerda del Pavo la figura 
de Fáscides el pájaro cristado, 
(ora fuere el dorado 
o el cubierto de negra vestidura); 
mas éste con aquél equiparado, 
le supera del cuerpo en hermosura. 
De su exigua cabeza por encima 
un penacho arrogante, 
hecho de muelles plumas, le sublima; 
y por su culto y refinada lima, 
le para más hermoso y elegante; 
ya sea que de gualda con las alas 
que emulan de oro ciprio los quilates, 
o bien, con negras galas, 
que dejan muy atrás a los Gagates 
pulidos y lustrosos, 
cubra el Faisán sus músculos hermosos. 
Y sus gráciles tabas borceguíes, 
ajusta de vivísimos rubíes, 
que, con matiz tan rico, 
pretenden igualar el de su pico. 

    Aquesta ave ligera, 
que apacible resbala 
por el repuesto soto y la pradera, 
en rápido volar no se señala; 
ni del excelso pino la cimera 
con ala audaz y decidida escala. 
Mas, con todo, supera, 
con repetidos saltos, 
de las selvas los árboles más altos; 
y, encaramada sobre erguido leño, 
impávida se goza 
en disfrutar de sosegado sueño. 

    Sí, con las alas, tarda y perezosa 
el éter a surcar no se decide; 
con su rápida planta, es otra cosa, 
pues que, con ella, las llanuras mide, 
intrépida vadea, 
del río la corriente fugitiva, 
y a la que la espolea 
turba de canes con presteza esquiva. 

    A esta ave voladora 
con lazos apresarla es conveniente, 
o herirla, de una bala matadora 
arrojando sobre ella rayo ardiente; 
si presentar intentas 
en tu mesa viandas suculentas. 
Una vez que, en sabor, a las restantes 
aves, ésta aventaja por jocunda, 
siendo ella en los banquetes elegantes 
la que en regio esplendor más los inunda. 
Mas, si para matar a los sabuesos, 
yerbas llegasen a faltar letales; 
cruel veneno del Faisán los huesos 
te brindarán y drogas especiales. 
Y si aumentar quisieras las legiones 
de esta ave, oriunda de la Scita fría, 
ya mansa del hogar en las mansiones, 
verás con alegría, 
como --a guisa de gárrula colmena-- 
la pipilante cría 
los anchos patios de la casa llena. 

    De Fáscides el gallo, a las vegadas, 
únese a otras dos aves compañeras, 
que a las brisas aladas 
muy atrás dejan, al volar ligeras; 
una, en cuyo plumaje se destaca 
plúmbeo color, y es, en gritar, potente, 
muy conocida, entre la indiana gente, 
por el nombre vulgar de "Chachalaca": 
La que a las aves de corral robusta 
suele igualar en proporciones justas. 
La otra, que desagrada 
de su plumaje por los negros tonos 
y es, entre los colonos, 
de Pava con el nombre señalada.  

    Gárrula la primera 
en el frondoso bosque se recata, 
más da pronto en la malla traicionera 
del cazador, que de apresar la trata; 
porque, con el rumor de su parlera 
lengua, a sí misma acusase y delata. 
En tanto que, prudente y silenciosa,
en los ramos obscuros 
del boscaje, la otra cautelosa 
de frutos alimentase maduros. 
Mas, en mesa opulenta, 
de las dos a ninguna toma en cuenta. 
Salvo que, a entrambas aves 
las despoje de plumas, al momento, 
el cazador; y que los miembros nudos 
se vayan enfriando por el viento. 
Mas, si del roto seno que flamea 
las vísceras sacaras atrevido, 
no hallarás una tea 
que poderosa sea 
a quebrantar el pecho endurecido. 
Y todo será, en vano, 
a pesar de las iras de Vulcano. 

    En las selvas obtiene primacía 
por el rico sabor que proporciona 
--el ave predilecta de Latona-- 
la Perdiz, a la que hace compañía 
la Codorniz ligera 
que vaga por la verde sementera, 
sirviendo en los reales 
banquetes alimentos especiales. 
    
    Una y otra, impotentes 
son para, en fácil vuelo, 
ganar la copa de árboles ingentes. 
Mas, vecinas al suelo, 
se suspenden con brío 
y, con alas sutiles, 
el aire condensado en el vacío 
cortan; y, abyectas en hogares viles 
cifran todo su lujo y atavío. 
Y bajo el césped blando 
colocado sus nidos, 
con maternal solicita porfía 
dejándolos bien henchidos 
con el enjambre de reciente cría. 

    Si de estas pingües aves 
pretendieres sacar copioso fruto, 
tiende sobre ellas de tus redes graves 
la espesa malla, y préndelas astuto. 
Pero, si de prudencia hacer derroche 
quisieres, yendo, entonces, tras sus huellas 
por el silente campo, da con ellas, 
cuando estén descansando por la noche 
y en profundo sopor presas las vieres; 
sí pretendes de carne regalada 
tu mesa contemplar engalanada.

    A estas aves juntándose el goloso, 
Tordo, a través del campo silencioso, 
sus negros escuadrones acaudilla; 
en tanto que, acosada de pavura, 
y seguida de aligera cuadrilla, 
va con frecuencia la Torcas sencilla 
a esconderse del monte en la espesura. 
Lugar en que la espera, 
para cazarla, malla traicionera.  

    Allá otros que se gocen en las mesas 
y bien ganadas presas; 
y convites ofrezcan regalados 
a muchos invitados, 
que habrán de disfrutar regios favores; 
que yo a opulencia tanta, 
opongo de los pájaros cantores 
los primorosos juegos de garganta 
que halaguen mis oídos: 
y mi vista se encanta 
mirando, en los plumajes, esparcidos 
del iris los colores, 
a los que el sol espléndido abrillanta
con profusión de vividos fulgores. 

    Y, en tan grato recreo, 
los primeros honores 
arrebate el dulcísimo "Yulqueo", 
entre las aves "búcaro de flores". 
Pájaro ilustre, en cuyo cuerpo veo 
brillar ricos tesoros, 
pues que lo cubre de lujoso arreo 
fina pluma de oro. 
Descuella en hermosura, 
y es mayor que el gorrión, en estatura.  
Lleva, con todo, un sello 
particular; porque, con negras galas 
brillando está su cuello 
y su cola también; y, a una, en sus alas 
profusas que negrean, 
se juntan ya para aparean 
--formando unión de sombras y de espumas-- 
blancas y negras plumas 
que, a manera de jaspes, centellean.

    Ave tan atractiva 
prontamente se amansa, 
en nuestros lares viéndose cautiva; 
y con saltos frecuentes y festiva 
a los hombros llegando, allí descansa; 
tomando con su pico 
de la tierra feraz el grano rico. 
Y con voz muy aguda
 --émula de la flauta-- nos saluda. 
Y cándida, inocente, 
muestra con varios juegos el empeño 
de agradar a su dueño, 
y de que éste la mire complaciente. 

    No así tanto varía, 
cual los pájaros antes celebrados, 
el noble Cardenal; pero, a fe mía, 
que a todos aventaja en gallardía, 
y los deja en belleza superados. 
Es pájaro de forma deslumbrante, 
en cuyos miembros miro 
encantadora clámide flotante, 
empapada en los múrices de Tiro 
clámide que, bajando 
con profusión de la cabeza airosa, 
queda el egregio cuerpo decorando 
de la escarlata con la tinta hermosa.
En su cerviz enhiesta 
hace temblar enrojecida cresta, 
que plumero magnífico simula; 
después, mirando plácida, modula 
regalados arpegios, cuando canta 
la clave musical de su garganta. 

    Por lo dulce del canto y por hermosa, 
la Calandria famosa 
descuella entre los pájaros cantores; 
señalándose, entre ellos, 
por lucir, además, de tres colores 
sobre su cuerpo inconfundibles sellos. 
Es ave que se viste con las galas 
de color cenicienta, 
y sobre el ampo níveo de sus alas 
negros lunares con primor ostenta; 
a los ojos serenos 
ofreciendo espectáculos amenos. 
Mas, cuando al viento su cantar regala, 
el tuyo dulce ¡oh, ruiseñor! iguala.   

    Con todo, ave ninguna, 
en el dulce trinar, que es exquisito, 
pudo jamás constar con la fortuna 
de vencer o igualar al regio Pito; 
torpe cabeza ostenta, 
el pico muestra romo, 
y de color de plomo 
se cubre con espesa vestimenta; 
y pagando tributo 
al dolor, en su pecho lleva luto. 
Mas cuando que, con plácidas canciones, 
da principio a burlar las aflicciones 
que al corazón tenía carcomido, 
y su grácil garganta 
con arpegios dulcísimos ya canta; 
del ánimo oprimido 
el congojoso afán lejos espanta, 
y, de su dulce voz con el sonido 
regala nuestro oído, y nos suspende arrobador y encanta. 

    La que habita del valle en la espesura 
y es guardadora fiel de las barrancas
a esta ave se asemeja en la figura; 
y en las alas plomizas, que no blancas, 
la semejanza más cabal se viera, 
si en color amarillo 
no ésta las suyas largas sumergiera, 
de su traje olvidándose sencillo. 
De la selva en los árboles frondosos 
se oculte y se guarece; 
y que címbalos pulsa sonorosos 
cuando canta, parece. 
En un principio, el pájaro murmura 
con persistente, agudo tintineo, 
para, después, del éter por la altura 
desatar jubilosos su gorjeo; 
hasta que, al fin, impida 
por otro tintineo rumoroso 
que pueda ya tener libre salida 
de su garganta el canto melodioso. 

    No así con voz festiva el aire llena 
otro cantor al lado, 
que revela dolor y amarga pena: 
el Cenzontle enlutado
Si quieres distinguirlo 
del otro, por su voz, tan afamado; 
a este verás muy semejante al Mirlo
en la forma y color de su tocado.  
Mas inferior en canto, e impotente, 
para cambiar de tonos hábilmente. 
Este negro Cenzontle con dulzura
apacible gorjea; 
más cubre el corazón de honda tristura, 
y con denso nublado de amargura 
los hogares pacíficos son sombrea. 

    Mas las penas y amargas aflicciones 
con que el dolor oprime 
a los tristes, cuitados corazones, 
el diminuto Rice las redime. 
El Rice que, por veste, 
lleva una toga de color celeste. 
Pajaro que, festivo, 
en la prisión estrecha 
de la jaula mirándose cautivo, 
cantares dulces sin cesar endecha. 
Y si con luz lograres 
rasgar la lobreguez es de noche umbría, 
te halagará el oído con cantares 
llenos de regalada melodía. 

    Otro pájaro existe 
que el Rice iguala encanto y en primores; 
al que, por colores con que viste, 
lo llaman con razón: "Cuatro colores". 
Nadie, junto a él, el parangón resiste; 
¡Tan vivo son así sus resplandores! 
Es de belleza suma, 
y en él la vista se apacienta grata; 
¡cómo que tinta estar toda su pluma 
en baños de vivísima escarlata! 
En su cabeza miro 
de violetas flotar una guirnalda; 
y en sus alas la lumbre del zafiro 
mezclada con la luz de la esmeralda. 

    Nada, empero, más lindo mi gracioso 
el orbe conocido, 
que el Chupa- mirto o Colibrí precioso 
que, aunque de dulce voz destituido 
luce, en su cuerpo frágil y nervioso, 
hecho de plumas, fúlgido vestido; 
en sus alas llevando radiantes 
de vivos tornasoles los cambiantes. 
Mayor que el pulgar es la estatura 
de su cuerpo; mas, prodiga natura 
a que este pajarico 
armó de agudo pico, 
que casi con el cuerpo se mensura. 
Sus verdes plumas, por mayor decoro 
las abrillanta con matices de oro, 
y en ellas Junta y mezcla los colores 
de los que sol robó varios colores. 
Volando, al mismo Céfiro adelanta, 
rápido por el éter se pasea, 
y con el ala trémula levanta 
ronco susurro que en el aire ondea. 

    Mas y extraer pretende con el pico 
las regaladas mieles 
de floridos vergeles, 
y de fuerzas dejar su cuerpo rico, 
(ya que de él se comenta 
que en ninguna otra mesa se alimenta); 
con desusado brío 
el bordón de sus alas ronco vibra; 
y, en medio del vacío, 
se para y equilibra; 
hasta que, con su pico delicado, 
de las flores balsámico rocío 
haya, por fin, sacado. 
A poco, de las salas  
etéreas deja el transparente asilo, 
y sacude veloz sus leves alas, 
para miradas evitar curiosas 
que lo dejen tranquilo, 
y burlar asechanzas peligrosas. 
Y, al verle en tal manera, 
¡cual suspenso de un hilo 
juzgues que está sobre la azul esfera!.... 

    Mas cuando ya a los bosques se avecina 
la norteña neblina; 
y del bosque vagando por la cumbre, 
se enfría Jove por la escarcha fina 
que la traspasa, más que la costumbre; 
entonces en ligera 
fuga abandona los helados campos 
que sufren del invierno los rigores; 
y también abandona la pradera, 
que ya no puede prodigarle flores. 

    Después, por largos tiempo, recatado 
del monte en la espesura, 
--como Procne gentil-- vive entregado 
de plácido sopor a la dulzura. 
Sopor del que no sale, 
hasta tanto que Aries, con derroches 
de viva luz, igual 
a las de marzo consteladas noches. 
Y cuando ya el verano, 
entre flores envuelto, 
el marchito pensil con larga mano 
su prístino esplendor haya devuelto. 

    Mas, al bando canoro 
de aves descritas ya, muestra conato 
en vencer y arrancarle su tesoro 
el Canario de oro, 
dón que la España regalonos grato; 
¡Grato, en verdad, presente extraordinario! 
porque, con ritmo vario 
que emite, crepitando su garganta, 
melódico el Canario 
embelesa y en vilo nos levanta. 
También, a veces, canta 
los compases siguiendo de la lira; 
e inquieta, va a su planta 
de aquí para acullá, rápido gira 
sin parar un momento, 
saltador recurriendo en el aposento 
de la cárcel dorada en que suspira. 

    Pero si quieres con alegre juego 
proporcionar a tu ánimo cansado 
grato solaz y placido sosiego, 
toca la jaula del cantor alado.
El cual, al punto, urbano y presuroso, 
(agua, canto y manjar dando al olvido), 
vuela veloz para jugar gracioso 
con el dedo que hacia él tiene tendido; 
y con gracia no poca 
saca, después, de tu cerrada boca 
el manjar que le habías ofrecido. 
Y cuando a tu cabeza 
a volar se prepara, 
con el pico separa 
los remos que han de darle ligereza; 
y con el mismo pico se deleita 
en ordenar el traje 
de su amarillo, nítido plumaje, 
y su pechuelo con primor afeita. 

    Más, cuando está avecilla arde en anhelos 
de fabricar los nidos 
que habrán de proteger a los polluelos 
tanto a su tierno corazón queridos; 
con tratable algodón cubre las ramas 
del árbol, y sobre ellas pudibunda 
brinda a su prole regaladas camas. 
Mas si ve que escasean 
para su afán materno los vellones 
que en los copudos árboles ondean, 
y que tanto se emplean 
en formar de los nidos las mansiones; 
precavida, saltándole la hoja, 
del árbol y del musgo las espumas, 
el pecho paternal roba las plumas, 
por más que esto le sirva de congoja: 
¡Tan grande es el amor en que se inunda, 
y la gloria de ser madre fecunda! 

    En tanto que retardo mis labores, 
en silencio dejando los sentidos, 
y contemplo con ojos avizores 
del Canario los nidos; 
he aquí que, en medio el bosque donde habita, 
un espléndido pájaro crasita, 
que diadema carnosa 
deja brillar sobre la frente hermosa; 
y que el cuello engalana 
con un collar de reteñida grana. 
Bastante parecido 
con el águila tiene en estatura; 
mas, por el velo con que está ceñido 
y hábilmente pintado, 
fácilmente supere en hermosura 
a la que reina en el imperio alado.

 Derrochando jactancia, 
del bosque en la escarpada serranía 
tiene puesta su estancia; 
y ejercita, insolente, 
de su cetro la odiosa tiranía 
sobre las greyes de la obscura gente 
que le hacen compañía; 
y, después, cauteloso, 
impera sobre el campo silencioso. 
E, impera de tal suerte, que si alada 
de Zopilotes la región obscura 
encuentra, alguna vez, en la espesura 
de un novillo el cadáver; no es osada 
a cebarse en la presa, 
sino que se complace 
en dejar a su Rey libre la mesa. 
Que, al cabo, ella después se satisface 
con los fragmentos rojos 
que ofrecen del cadáver los despojos. 

    De regias tintas vacua, 
sin ostentar de mando los honores, 
y sin ellos feliz, vive la Tzacua, 
de diversos colores 
envuelta en una túnica flamante, 
que, por sus resplandores 
a la de la Calandria es semejante. 
Es avecilla rara, 
pero digna de loa, por modesta, 
pues a los suyos con amor ampara, 
y siempre para el bien está dispuesta. 
Escoge providente, en la elevada 
cumbre del monte, el árbol más erguido 
para de él suspender a su nidada; 
y con las varias hojas que ha cogido 
dejarla con primo engalanada. 
Y hace que allí se esconda, 
bien amparada por la selva inculta, 
la pequeña república, que oculta 
vive feliz bajo la verde fronda. 

    Y su prudencia va más adelante; 
pues de su prole toma una vigía 
que en el alto cerezo esté constante, 
con ojo atalayando vigilando 
las hostiles celadas, noche y día. 
La que, además, solicita inspeccione 
cuánto en torno la acerque, y de los nidos 
el rápido crecer luego pregone, 
de su canto por medio los sonidos. 
Y, retornando a el alta 
copa del árbol, do tranquila pace, 
con las alas y el pico, si la asalta, 
de extrañas aves la legión rechace. 

    Mas si al cerezo, do la grey se abriga, 
ve que se acerca sospechosa gente, 
y reconoce, al fin, ser enemiga; 
con clamores denuncia prontamente 
el peligro a sus caras compañeras, 
para que, pronto y sin ningún tropiezo, 
de los nidos escápense ligeras 
y abandonando dejen el cerezo. 
Como el castor, a veces, anegado 
del río en los escollos traicioneros, 
tras de inútil bregar, desesperado, 
del peligro, con grito prolongado, 
advierte a sus secuaces compañeros. 

    Mas ya en la selva y peñones huecos, 
una vez y otra vez, están sonando 
de humanas voces sonorosos ecos
que, hasta mí, me están llamando. 
Y, mientras examino 
cuyas son éstas voces, y paseo
mi vista en derredor; de un alto pino 
en la copa trepado al Loro veo; 
al esplendente loro 
--de los bosques decoro-- 
que aturde con su vivo clamoreo. 

    De mí ya está delante, 
con su verde ropaje deslumbrante, 
do la esmeralda refinó sus tintas; 
y déjame mirar, aunque distintas, 
la cerviz recatada 
y, en medio de las sienes, la nevada 
frente, cubiertas de terrosas pintas. 

    De ingenio está dotada 
esta ave; y, una vez, domesticada 
por hábil preceptor, voces emite; 
y si escuchas sonora carcajada, 
al punto la repite, 
y canta, como el mirlo, en la enramada. 

    Mas, criminal, a veces, 
el dedo herido al ver de una persona, 
aplaude la desgracia con sandeces 
y sonrisa burlona. 
Y con su corvo pico, en un momento, 
se goza en trastornar el aposento. 
Y cuando se recrea 
en sí misma, y se aplaude y lisonjea, 
parlando ya segura; 
súbito se desprende de la altura 
un pájaro salvaje 
que en ella inca la garra; 
prívala del plumaje, 
y, sin piedad, el pecho le desgarra. 

    Bajo las ramas de la selva umbrosa, 
entre todas las aves la primera, 
y honor del bosque, el Águila orgullosa, 
en garra y corvo pico poderosa, 
con su centro feroz manda e impera. 

    Envuelve todo el cuerpo en saya oscura 
mas la monotonía
de tan triste color rompe y varía. 
dando a las alas nítida blancura
que al ampo de la nieve desafía.
Alas que desplegando. 
al punto de emprender rápido vuelo. 
con ellas proyectando
va gigantesca sombra por el suelo.
Y, con razón, asusta. 
pues tal manchón de duelo
¡de doce palmos la medida ajusta!...
Y, de pasada, aterra
y, con justicia, alarma; 
pues que a sus dedos, para entrar en guerra. 
de curvas uñas arma.

    En lo más escondido
del soto oculta su salvaje nido.
Ama la selva espesa
y campos apartados, 
de numerosas aves visitados, 
que proporcionan abundante presa.
Mas cuando la fustiga. 
el afán de comer carne enemiga; 
o advierte que se acerca al campamento
la presa codiciada; en el momento, 
deja la selva obscura que la abriga; 
y encrespando feroz la cabellera
de su testa altanera, 
con impulso bravío
rápida se desata, 
y en fulmíneo volar, por el vacío
a la presa arrebata!...
E impaciente, (la gula
por saciar de su nunca satisfecho
vientre), con garra férrea lo estrangula, 
y las entrañas sácale del pecho.
Ora de su rapiña
sea débil pajarillo, 
o algún fuerte novillo
al que arrancó de la feraz campiña.

    Mas, aventaja al águila procera, 
cuando de hendir se trata, 
en rápido volar, la azul esfera, 
el carnívoro Halcón; que se recata
en jubón amarillo, 
y en el hermoso cuello, de escarlata
ostenta gola de preciado brillo.
Mirando su estatura, 
copia, en verdad, del gallo la figura.
Pero, en ala ligera
que se pierda en lejanos horizontes, 
con ventaja supera
a las aves rapaces de los montes.
Y está de duda fuera
su rapidez pasmosa, pues que, listo, 
apenas columpiarse, por la esfera
a la Torcaz ha visto, 
cuando, al punto, saltando
con poderoso aliento, 
y el giro de sus alas duplicando, 
el éter gana y sobrepuja al viento; 
dejando ya vencida 
a la Torcaz en su veloz huida. 

  Entonces el pirata
--cual de preñada nube se desata
rayo devastador, centella roja--
sobre el ave se arroja;
esparce en el vacío
las plumas de su peto reluciente,
y con garra inclemente
oprime el cuerpo, del que brota un río
que lleva por caudal sangre caliente. ,
y huye a esconder la presa
en lo más hondo de la selva espesa.

    No con tan fácil vuelo y tal donaire
corta el Milano el aire:
Ave que, en el color y la figura,
remeda el manto de la noche obscura;
y en la que se retrata
la más negra maldad, pues que en los nidos
a los polluelos débiles maltrata
y, en horfandad, los deja sumergidos,
cuando, con robo audaz, los arrebata. ,
--criminal e insensata--. ,
a sus padres queridos.

    En torno al ladrón se arremolina
la turba de los pájaros mohina. ,
que intenta, con frecuentes picotazos. ,
la presa libertar de entre los brazos
de ave tan asesina.
Mas el ladrón, bien el tesoro rico
de su presa asegura,
hasta que ya del monte en la espesura
las entrañas le rasga con el pico. 

    En figura al milano semejante,
aun cuando de estatura más pequeña,
se nos pone el Cernícalo delante:
Agitador malvado,
que en arruinar se empeña
las bellas tropas del imperio alado,
y en vivir de rapiña sólo sueña.
Tendidas las antenas,
se tiene firme en las etéreas salas. ,
cristalinas, serenas.
y la quietud no altera de sus alas.

    Mas en el punto y hora
en que, fuera del nido, voladora
ve de polluelos a la turba errante,
que su preciada libertad celebra;
o en el campo divisa que arrogante
su cuello enarca fúlgida culebra;
sin perder un instante,
baja en rápidos vuelos,
y con uñas feroces
arrebata a los tímidos polluelos,
que en vano reclaman con dolientes voces,
hasta del cielo traspasar la esfera.
Y allí, feroz los miembros dilacera,
y en comer las entrañas halla goces.

    En cuanto a la culebra enfurecida,
en alto la levanta;
y estando sus garras suspendidas,
con el pico y las uñas le quebranta
el corazón, hasta que, al fin, la vida
con el furor deponga; y, ya vencida,
huya en la sombra que terrible espanta.

Mas, si hasta aquí, de nuestra Fauna hermosa
os presenté la vista grandiosa,
tiempo es ya de que saque del profundo
cerrado bosque una ave prodigiosa
para, con ella, recorrer el mundo,
pues que tiene --entre varias cualidades--
ésta la más preciosa,
que al bienestar de todos se encamina,
en las enfermedades
ser remedio eficaz y medicina.

Del umbrífero bosque en la florida
soledad, escondida
mora esta ave gentil; muy delicada
por su frágil hechura,
pero de negras plumas tan pobladas,
que en su pequeño cuerpo una figura
nos presenta menguada.
Mas de ella contemplad ya la figura,
Corta cauda presenta,
luengas pierna y sutil, en que se sustenta
del cuerpo el andamiaje,
y dos notas distintas que engalanan
la delicada urdimbre del plumaje.
Una que, con ardiente
carmín, el dorso llena de hermosura,
Otra, que deja el pecho reluciente,
del cisne con nítida blancura.
Grandes las dos, empero y distinguidas,
y por el ancho cuerpo difundidas.

Mas, ¡ay! que de tan rico
tesoro los primeros torpes afea
el Cucharón con su deforme pico
que en su vario color, nos da la idea
de concha nacarada
muy hermosa, en verdad, pero manchada.
Pico que para daño
del Cucharón, le grava con exceso,
pues casi de un pulgar llega el tamaño
y, además de ser grueso,
se alarga mostruoso,
aun más que el cuerpo, en plumas abundoso.
Mas suavísima al tacto y delicada
-- de sedas y de rasos para mengua--
una pluma hábilmente modelada
representa la lengua.
La que tiene la gracia
--por cierto peregrina--
de ser, con eficacia,
de cardiacas dolencias medicina.

Y es así la verdad; pues que el enfermo,
una vez que ha arrancado
es ésta ave oscura, del obscuro yermo,
donde tiene su estrado,
temeroso la asila
y espesa jaula en la prisión obscura,
y con fuertes prisiones la asegura,
y cuidadoso siempre la vigila.
Esta, mientras que, ardiente
matando esta su sed en la corriente
de refrescante río,
y, con limpieza suma,
de su lengua la pluma
enjuga, varias veces con rocío,
Aquél, con sitibunda
boca, recibe de agua los caudales
en que el ave lo inunda.
Y repitiendo aquesto con frecuencia,
del corazón arroja la dolencia,
y libre ya se ve de los fieros males.

       





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